Que mejor que un intento onírico para representar el imposible. Lo que Borges laberínticamente de significante en significante corta en las paradojas imposibles del recuerdo y la memoria, del instante y el todo, del ser y el reflejo; en Escher se materializa en metamorfosis de ángeles, demonios, reptiles que abren un agujero –topológico- en la superficie de la hoja para provocar la pregunta por el sentido, pasar al plano de quien escribe su escritura hasta el infinito.
Las metáforas de Borges y las líneas de fuga en Escher escriben hasta las últimas consecuencias el vacio. Lejos de satisfacerse con el silencio o la hoja en blanco; las fugas al infinito, los cuadrados imposibles y el catálogo de todos los catálogos hastiados en su insistencia paradójicamente se vacían, crean angustia y fascinan. La escritura mínima del laberinto es el corte, la disyunción, división, estado necesario en el deseo para reconocer la condición de sujeto del inconsciente.
Autor: Santiago Rueda M.
